La guerra del dios Zeus
La guerra había comenzado, el dios Zeus lucharia junto a sus hermanos contra todos los titanes. Los poderosos titanes se unieron a Cronos y desde el monte Otris atacaron ferozmente al dios Zeus y a sus hermanos. Como éstos se atrincheraron en el monte Olimpo, desde entonces se le conoce como los dioses Olímpicos. La batalla cobro gran envergadura. Cada bando hizo uso de lo que tenía a la mano, pero la guerra no se definía.
Así alcanzaron a pasar 10 años, hasta que la diosa Gea llamó a su hijo Zeus y le dijo que la única manera de vencer a los titanes era pedir ayuda. Por eso le sugirió que bajara al tártaro y desencadenar a aquellos cuyo nombre no deben pronunciarse, y también que reuniera a los cíclopes.
Los aliados del dios Zeus
El dios Zeus no lo pensó dos veces y rápidamente se dirigió al tártaro para liberarlos. Cuando estuvieron fuera de su encierro, el dios Zeus le ofreció néctar y ambrosía para animarlos y les pidió ayuda para derrocar a Cronos. Aquellos no dudaron en prestarle su fuerza. Igual sucedió con los cíclopes; cuando supieron que el dios Zeus lo necesitaba, fueron en su ayuda y le regalaron el trueno, el Rayo y El Relámpago. A su vez, obsequiaron a Poseidón un tridente y a Hades un yelmo que lo hacía invisible. Los regalos Tenían un solo fin: Servir de armas para atacar a los titanes y vencerlos.
Los aliados del dios Zeus no tardaron en reunirse en el monte Olimpo para reiniciar la batalla contra los titanes. Ya con aquellos que no deben ser nombrados y con los cíclopes de su lado, la pelea se tornó muy feroz.
El dios Zeus y los titanes
El viento soplo fuertemente, cayó granizo, la lluvia era tan espesa que se hizo difícil incluso caminar. El poderoso dios Zeus envío truenos, rayos y relámpagos sobre los titanes. Estos, hicieron temblar la tierra. El fuego se expandió por toda las montañas, el mar bramó con fuerza y levantó olas enormes sobre la Tierra, se oyeron gritos aterradores, golpes fuertes, rugidos, hasta el cielo gimió.
En un momento dado, el dios Zeus y sus aliados decidieron embestir al unísono para no dar tregua a los titanes. Cada uno de aquellos que no pueden ser nombrados tomó una piedra gigantesca en cada uno de sus cien brazos y las lanzaron al tiempo como proyectiles sobre los titanes. El gran dios Zeus y los demás no se quedaron atrás, atacaron con todas sus armas: Rayos, fuego, lluvia y vientos huracanados. Finalmente lograron vencer a los titanes, que quedaron enterrados debajo de las trescientas piedras que les habían lanzado.
La batalla terminó. Zeus ordenó que tomaran presos a los titanes y que los encadenaran a todos, menos a Atlas, hijo de Japeto, y antes de enviarlos al tártaro el dios Zeus castro a Cronos de la misma manera como él lo había hecho con su abuelo, de donde unas gotas de sangre nació Afrodita. Así fue cómo se cumplió la profecía. Al final, todos los esfuerzos de Cronos por escapar de su destino fueron en vano. Ni siquiera los dioses pueden liberarse de su fortuna.
Desde entonces, a aquellos que no pueden ser nombrados se les encomendó vigilar las puertas del tártaro para evitar que alguien pudiera huir de ese espantoso lugar.
Al gran titan Atlas se le impuso una pena diferente de la de los demás titanes por haber sido su jefe de guerra: el dios Zeus le ordeno llevar el firmamento sobre su espalda, apoyándolo en su cabeza y sosteniéndolo con sus infatigables brazos.
Al fin había vuelto la paz al universo. Pero era el momento de resolver otro problema: De ahora en adelante, ¿Quién sería el rey?
Los reinos otorgados
Hades y Poseidón recelaban que Zeus, su hermano menor, gobernara sobre todo el universo, pero él arguyó que los había salvado. Entonces, para llegar a un acuerdo justo decidieron echar a suerte sus dominios.
A Poseidón, el resonante, le correspondió reinar sobre el océano, los mares y todas las criaturas que hay vivieran. A Hades, el de implacable corazón, le tocó el mundo subterráneo. Y al ya gran dios Zeus, cuyo trueno hace temblar, le correspondió el cielo. La tierra quedaba como zona común para todos los dioses. También establecieron que, aunque cada uno tuviera su reino, Zeus gobernaría sobre todos los dioses: Seria en adelante el Dios supremo.
Fue así como el dios del olimpo, el pequeño criado por los Curetes y alimentado por una cabra, llegó al poder para reinar por siempre.
Desde entonces, comenzó la era de los Olímpicos: Sus orígenes, historias y Aventuras.